Las marcas permiten que quien compre un producto se asegure de su origen y calidad. Además, en caso que existan problemas con el producto, la marca ayuda a saber contra quién dirigirse para exigir responsabilidades.
En cambio, al comprar un producto falsificado, no es posible saber por quién fue confeccionado el producto, cuál es su calidad o de qué ingredientes o materiales está hecho, por lo que en ciertos casos se puede poner en riesgo la salud y seguridad de las personas, tratándose de productos como medicamentos, artículos eléctricos, piezas para vehículos motorizados, cosméticos, etc.
Por otra parte, en caso de que el producto tenga fallas o provoque algún daño, no existirá claridad respecto a quién exigir responsabilidades o garantía.
Al comprar un producto falsificado, se apoya a quienes cometen delitos contra los derechos de propiedad industrial.
Los productores e importadores de productos falsificados al actuar al margen de la ley, son empresas que no pagan impuestos al Estado y podrían estar incumpliendo la legislación laboral. De este modo, al comprar un producto falsificado se daña no sólo a los legítimos dueños, sino también a la economía del país y a terceros.
Puede encontrarse productos falsificados en muchos lugares, incluso en el mercado formal, pero especialmente se encuentran en: